"Familia Albertiana" es un movimiento nuevo que desea compartir el carisma y la espiritualidad con los laicos

EVANGELIO



 UNA   NOTICIA DIFERENTE 
        LOS DOMINGOS de CUARESMA-PASCUA
 

    Fiestas de Navidad.  Leer aquí

 

                              TIEMPO DE PASCUA                            



  TIEMPO ORDINARIO                                       



Evangelio: Lucas 7, 36-50

  “En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume.

 Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo:
- «Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora».
Jesús tomó la palabra y le dijo:
- «Simón, tengo algo que decirte»:  
Él respondió:
- «Dímelo, maestro».
Jesús le dijo:
- «Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?».
Simón contestó:
- «Supongo que aquel a quien le perdonó más».
Jesús le dijo:
- «Has juzgado rectamente».
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón:
- «¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama».
Y a ella le dijo:
- «Tus pecados están perdonados».
Los demás convidados empezaron a decir entre sí:
- «¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?».
Pero Jesús dijo a la mujer:
- «Tu fe te ha salvado, vete en paz».

REFLEXIONES PARA NUESTRA VIDA DE CREYENTES

No es difícil sacar, desde estas anotaciones al relato, algunas conclusiones para nuestra vida y caminar como creyentes. Son como elementos para reflexionar y descubrir el lugar habitual donde nos encontramos. Es necesario preguntarnos sin miedos, pero al mismo tiempo con honestidad, sobre estos aspectos u otros que nos sugiere el relato.


è Una mujer pecadora está tocando a Jesús. La reacción de Simón es de murmuración y desprecio. La reacción de Jesús, por el contrario, es de acogida y comprensión. Ve en ella a un ser necesitado de amor, reconciliación y paz. Esa actitud constante de Jesús de acogida a los que parecen excluidos de antemano del Reino de Dios, presente a lo largo de todo el evangelio de Lucas, nos obliga a los cristianos a revisar nuestras actitudes hacia ciertos sectores y grupos a los que parece que negamos el derecho de acercarse a Dios. Será necesario tenerlo muy en cuenta. ¡Cuántas situaciones, hoy, nos hablan de este hecho! Parece que algunos tipos de personas no tienen cabida en nuestras comunidades cristianas. O… ¿no?


è Hoy día cada uno nos vamos configurando “una moral a nuestra medida”. Una moral cómoda desde la que juzgamos severamente a los demás, al mismo tiempo que nos sentimos siempre justificados. No es fácil encontrarse con personas que sientan la necesidad del perdón. Quizás nosotros mismos no la experimentamos. Y ésta puede ser nuestra gran equivocación. La persona que siempre se siente buena y cree que no tiene necesidad de perdón, se halla en peligro. Corre el riesgo de deshumanizarse poco a poco. Sabrá ver, mostrar la verdad, juzgar, condenar; pero no sabrá acoger, comprender, ayudar.


è El Evangelio, a veces parece que lo hemos olvidado, es BUENA NOTICIA. Cualquier lectura del mismo que lleve a las personas a la angustia, desesperanza, el agobio y la neurosis, es falsa. Jesús nos ha revelado que Dios no es destructor de la vida y de la felicidad, sino creador y rehabilitador de vida y felicidad, que nos da la paz y nos reconcilia para ser personas nuevas. Una de las cosas que más sorprende en el comportamiento de Jesús es cómo relativizó muchas barreras sociales y religiosas de su tiempo. Así lo hace con esta mujer, rehabilitando y normalizando su situación en aquella sociedad.


è El PERDÓN viene de Dios GRATUITAMENTE, de su amor misericordioso que se adelanta y es motivo de conversión y arrepentimiento humano. Pero para que haya perdón es necesario descubrirse y sentirse pecador. Y esto no es nada fácil en una sociedad que tiene alergia a tal palabra, y que con su insensibilidad y trivialización va perdiendo no sólo la conciencia de pecado sino, lo que es más grave, la capacidad para amar gratuitamente, perdonar, ofrecer la buena noticia y gozar del Dios de la vida. Es un regalo poder escuchar, en el fondo más íntimo de la propia conciencia, las mismas palabras que Jesús dirigió a la pecadora: «Tu fe te ha salvado. Vete en paz». Sin experiencia de perdón no podemos mantener la esperanza en los otros, ni en el mundo, ni en nosotros mismos.

 

COMPROMISO DE VIDA


Seguimos haciendo camino tras las huellas del Señor Jesús, acogiendo sus propuestas y su estilo de vida y de planteamientos. Hoy es una nueva oportunidad para ello.

1.     ¿Cuál es mi experiencia de PERDÓN, hoy y aquí? ¿Cuándo es la última vez que he disfrutado de esa experiencia? ¿Sería capaz de describirla?

2.     ¿Y cuál es mi ACTITUD HABITUAL de cara al perdón para con los demás? ¿Fácil al perdón? O... ¿soy rencoroso y poco dado a ese perdón?

3.     ¿Sería capaz de sacar alguna conclusión para mi vida y caminar personal de las reflexiones anteriores que se me han ofrecido?

4.     Utilizaré la oración que se me ofrece “Lo que a Dios le place”, para aprender aquello que a él le agrada.



ORACIONES PARA ESTA SEMANA


LO QUE A DIOS LE PLACE

Cuando entré en tu casa
tú no me ofreciste agua para los pies;
ella, en cambio, me los ha regado
con sus lágrimas
y me los ha secado con su pelo largo.

Tú no me besaste;
ella, en cambio, desde que entró
no ha dejado de besarme.

Tú no me echaste ungüento en la cabeza;
ella, en cambio, ha ungido mis pies
con perfume caro.

Y si pasamos a otras cosas...

Tú me invitaste
y me has dejado plantado;
ella se invitó
y me ha acompañado.

Tú has estado mirando de reojo;
ella, con sus húmedos ojos llorosos.

Tú, en tu fuero interno, has murmurado
de ella y de mí sin reparo;
ella me ha amado como sabe
y me place ser amado.

Tú has sido bien tacaño
y hasta taimado;
ella, agradecida
con sus gestos humanos.

Tú te has escandalizado;
ella ha recuperado su dignidad perdida
y se ha salvado...

El banquete ha terminado.
No te sorprendas.
Dios quiere personas nuevas.

           Floren Ulibarri
Oro a partir de todo lo contemplado 

  CORPUS CHRISTI

 "En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar al gentío del Reino de Dios y curó a los que lo necesitaban.

Caía la tarde, y los Doce se le acercaron a decirle:
- «Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado».
Él les contestó:
- «Dadles vosotros de comer».
Ellos replicaron:
- «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío». (Porque eran unos cinco mil hombres).

Jesús dijo a sus discípulos:
- «Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta».
Lo hicieron así, y todos se echaron.

Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos".  (Lc. 9, 11b-17)
  REFLEXIONES PARA NUESTRA VIDA DE CREYENTES

. En esta narración quedan claramente resaltados, como expresión de lo que es el Reino, el DON DE DIOS y el COMPARTIR HUMANO. Dios quiere que todos vivan y puedan alimentarse hasta saciarse. Pero esa voluntad se hace efectiva únicamente a través de nuestro compartir. Por eso, la Eucaristía, -celebración y expresión de lo que debe ser el nuevo pueblo de Dios o la comunidad cristiana-, no es auténtica y se contradice a sí misma si, quienes participamos en ella, no somos solidarios; si quienes decimos ser seguidores de Jesús no compartimos lo que tenemos.


. En un mundo donde el hambre, la injusticia, el apartheid y la xenofobia son realidades flagrantes, y donde el ansia de acumular bienes es el anhelo al que dedicamos las mejores horas de los mejores años de nuestra vida, hemos de afirmar que la celebración de la Eucaristía tiene dimensión social y política y pide una nueva sociedad, un nuevo orden internacional. Si no, no es signo mesiánico ni celebración que inaugura el Reino. Sólo si es CELEBRACIÓN del COMPARTIR la Eucaristía puede considerarse memorial de Jesús.

- Una inmensa marcha de africanos, latinoamericanos y asiáticos se acerca, desde hace unos años, a Europa empujados por el hambre y la miseria. Europa, sin embargo, no está preparada para responder de manera solidaria a este reto de nuestro tiempo. Esta sociedad europea, que cimentó su prosperidad en siglos de explotación colonial, vive demasiado cómoda y confortable para acoger sin temor a estos hombres y mujeres que buscan sobrevivir entre nosotros.

- De pronto, han renacido entre nosotros los movimientos racistas y el odio a los extranjeros. Desde los medios de comunicación se alimenta una opinión pública indigna que presenta a los inmigrantes como delincuentes, peligrosos, usurpadores de un trabajo relativamente escaso. Pero, sobre todo, se va construyendo, poco a poco, una gran muralla que nos defienda del peligro africano, asiático o latinoamericano. Se toman medidas firmes de control sobre los movimientos de los extranjeros. Se incrementa la política de devoluciones y expulsiones. Se implanta la negativa sistemática a legalizar la situación de inmigrantes y refugiados... Esta insolidaridad inflexible e inhumana es presentada a los ciudadanos como defensa de un “umbral de tolerancia” que es necesario salvaguardar para que no se rompa nuestro equilibrio socioeconómico.


. El relato evangélico de los panes es aleccionador. Los discípulos, estimando que no hay suficiente para todos, piensan que el problema del hambre se resolverá haciendo que la muchedumbre “compre” comida. A este “comprar”, regido por las leyes económicas, Jesús opone el “DAR” generoso y gratuito: «Dadles vosotros de comer». Luego, coge todas las provisiones que hay en el grupo y pronuncia las palabras de acción de gracias. De esta manera, el pan se desvincula de sus poseedores para considerarlo don de Dios y repartirlo generosamente entre todos los que tienen hambre. Cuando nos liberamos del egoísmo humano, sobra para cubrir la necesidad de todos. Ésta es la enseñanza profunda del relato evangélico.


. No podemos inhibirnos o desentendernos del hambre que hay en el mundo diciendo que sólo tenemos para nosotros. Compartir hace crecer nuestras posibilidades. Así anunciamos el Reino. El COMPARTIR es el rasgo característico del Reino, del nuevo Israel, de la comunidad cristiana, de la Iglesia. ¡Es la forma de que los bienes mesiánicos lleguen a todo el pueblo!

COMPROMISO DE VIDA

Nos encontramos ante un mensaje que pone en tela de juicio muchos de nuestros comportamientos, formas de ver y de entender la vida. Es necesario afrontarlo.

-         ¿Cuál es mi actitud HABITUAL de vida: acumular y guardar, o sé compartir generosamente lo que tengo y que, a veces, malgasto?

-         Si la celebración de la Eucaristía y el COMPARTIR están muy relacionadas, según el texto evangélico de hoy: ¿qué gesto o gestos de compartir voy a llevar a cabo durante esta semana para vivir lo que el Corpus Christi me exige?

-         Utilizaré cada día de esta semana la oración, “El milagro de compartir”, para así poder hacer mío su mensaje y contenido.

ORACIÓN PARA ESTA SEMANA

EL MILAGRO DE COMPARTIR

Si tanto os preocupa la gente
y la situación clama al cielo,
no me salgáis por peteneras
diciendo que son muchos y no llega,
que hay que despedirlos,
que no es tiempo de vacas gordas...
¡Dadles vosotros de comer!

¡Aquí hay cinco panes y dos peces!
Son los primeros del banquete.
Y tú, ¿qué es lo que tienes?
Vacía tu alforja
y, ligero, pregunta a tu compañero
si quiere poner también él lo que lleva.

Corred la voz.
Que se haga mesa fraterna;
que nadie guarde el pan de hoy
para mañana.
Desprendeos de lo que lleváis encima.
Tomad todo lo que llega.
Levantad los ojos al cielo
y bendecid al Dios de la vida
que tanto vela y vela.

Lo repartieron los que nada tenían.
Llegó para todos
y aún sobró para soñar utopías.

Días habrá en que tendréis que compartir
no lo de un día,
ni lo de una mochila,
ni lo que lleváis encima,
ni las sobras de la primavera,
sino lo mejor de vuestra cosecha
y aun vuestra vida misma.

Gracias, Señor,
por romper nuestras murallas
y enseñarnos a compartir
siguiendo tu palabra.

Ulibarri, Fl.

         Oro a partir de todo lo contemplado  



EVANGELIO DE LA SANTISIMA TRINIDAD

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- «Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará».


REFLEXIONES PARA NUESTRA VIDA DE CREYENTES

+    Son bastantes los que, llamándose cristianos, tienen una idea triste y aburrida de Dios. Para ellos, Dios es un ser nebuloso, gris, “sin rostro”. Algo impersonal, frío e indiferente. Y si se les dice que Dios es Trinidad, esto, lejos de dar un color nuevo a su fe, lo complica todo aún más, situando a Dios en el terreno de lo enrevesado, embrollado e ininteligible. No pueden sospechar todo lo que la reflexión, la teología y la espiritualidad cristiana ha querido sugerir de Dios, al balbucir, desde Jesús, una imagen trinitaria de la divinidad.


+    Este pasaje del evangelio de Juan nos sitúa en el misterio de Dios. El misterio no es oscuridad, sino hondura de amor y vida. Dios no es un ser solitario, condenado a estar cerrado sobre sí mismo, sino comunión interpersonal y comunicación gozosa de vida. Dios es vida compartida, amor comunitario, comunión de personas. Este Dios no es alguien lejano a nosotros. Está en las raíces mismas de la vida y de nuestro ser. En él vivimos, nos movemos y existimos.


+    Pero no siempre estamos abiertos y, lo que el Espíritu nos revela y comunica, pasa desapercibido. Y éste es nuestro drama como hombres y mujeres, porque entonces vivimos aprisionados, sin horizonte que dé luz a nuestro caminar, a nuestra existencia. Dios, en lugar de dar plenitud a la vida, lo achica y lo reduce. ¡Todo un drama!


+       Creer en la Trinidad es creer que el origen, el modelo y el destino último de toda la vida es el AMOR COMPARTIDO EN COMUNIDAD. Que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, y que no descansaremos hasta que podamos disfrutar de ese amor compartido y encontrarnos todos en “esa sociedad” en la que cada uno pueda ser él mismo en plenitud, feliz en la entrega y solidaridad total con el otro, como Jesús. Por eso, celebrar la Trinidad no es entender racionalmente el misterio de Dios y mucho menos quererlo y explicar con imágenes antropomórficas o geométricas. Celebramos a la Trinidad cuando descubrimos con gozo que la fuente de nuestra vida es un DIOS-COMUNIDAD y cuando, por tanto, nos sentimos llamados, desde lo más radical de nuestro ser, a buscar nuestra verdadera felicidad en el compartir y en la solidaridad. ¡Inmensas lecciones que ahora sí que iluminan nuestra vida y caminar!


+    El Espíritu es el maestro de la verdad. Buscamos la verdad, pero, a pesar de nuestras seguridades, nos damos cuenta de que tenemos muy poca... Poco a poco, con el Espíritu, vamos enriqueciendo cada día nuestra pobre porción de verdad con la que vamos recibiendo de los hermanos, con la que nos va trayendo la vida... Por eso, considerarse en posesión de la verdad absoluta es haber aparcado al Espíritu en nuestras vidas, tergiversar el mensaje y la misión de Jesús y manipular a Dios. ¡Cuándo nos convenceremos de ello...!

COMPROMISO DE VIDA


Necesito CAMINAR en mi vida de creyente: no estancarme y seguir profundizando en lo nuclear de mi fe y de mi existencia.

-         Escribiré, a mi manera y estilo, con mis palabras, lo que para mí significa “Dios Trinidad”. Es mi testimonio.

-         Luego volveré a leer lentamente las “Reflexiones para nuestra vida de creyentes”

§  escogeré dos o tres frases que siento que son importantes para mí;
§  las meditaré y me quedaré con ellas.

-         Cada día de esta semana, utilizaré las oraciones que se me ofrecen a continuación y me dejaré “llevar por ellas”.

ORACIÓN PARA ESTA SEMANA


CREO

Yo creo sólo en un Dios,
en Abbá, como creía Jesús.

Yo creo que el Todopoderoso
creador del cielo y de la tierra
es como mi madre
y puedo fiarme de él.
Lo creo porque así lo he visto
en Jesús, que se sentía Hijo.

Yo creo que Abbá no está lejos
sino cerca, al lado, dentro de mí,
creo sentir su ALIENTO
como una Brisa suave que me anima
y me hace más fácil caminar.

Creo que Jesús, más aún que un hombre
es Enviado, Mensajero.
Creo que sus palabras son Palabras de Abbá.
Creo que sus acciones son mensajes de Abbá.
Creo que puedo llamar a Jesús
la PALABRA presente entre nosotros.

Yo creo sólo en un Dios,
que es Padre, Palabra y Viento
porque creo en Jesús, el Hijo
el hombre lleno del Espíritu de Abbá.

(José E. Ruiz de Galarreta)



SÉ POCO DE TI

Sé poco de ti,
Tú lo sabes.
Poco de tu intimidad,
poco de tus disfraces,
poco de tus reacciones,
poco de tus amores,
poco de tu misterio insondable.

Sé poco de ti,
y mis herramientas y trucos
-mis sabios saberes de ayer-
ya no sirven para desnudarte
y retenerte,
confundido,
junto a mí.

Ahora el confundido soy yo.
Cada día me eres nuevo.
Las imágenes que me fabriqué
y el rostro que te asigné
no me sirven para amarte.

Para amarte día a día,
te dejaré ser,
no pondré trabas a tu osadía
y me emborracharé
en tus fuentes de vida.

Como Padre/Madre, Aitama,
mantén vivas nuestras vidas.
Como Hijo, danos la fraternidad perdida.
Como Espíritu -huracán y brisa-,
lánzanos tu promesa última.

Sé poco de ti,
Tú lo sabes.
Sé poco de ti,
abrázame.

Ullibarri, Fl.


PENTECOSTÉS                                                                                                    Jn 20, 19-23
Domingo VIII Tiempo Pascual. Ciclo C

"Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana,
estaban los discípulos en una casa, con las
puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en
esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los
discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así
también os envío yo».
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los
pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis,
les quedan retenidos».
Ese Espíritu es el que nos ayuda a comprender el Evangelio.
�� Contemplo el don del Espíritu a la Iglesia, continuadora de la obra de Jesús que, entonces y ahora, de mil maneras está actuando y vivificando a la Iglesia y al mundo. ¿Cuándo y dónde percibo la presencia del Espíritu?
�� ¿Soy consciente de que no estoy sólo y de que el Espíritu anima mi vida y la de mi comunidad?
�� También yo soy enviado de Jesús para continuar su obra, por eso se nos ha dado el Espíritu. No podemos dejar de evangelizar, es la misión que se nos ha dado.
�� Y este trabajo estamos llamados a realizarlo con paz, también ahora cuando vemos que es mucho lo que hay que hacer y cuando no sabemos a veces qué hacer.

                                                 Oro a partir de todo lo contemplado

Comentario de 1 Cor. 13: El amor es comprensivo....

 
LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

Domingo VII Tiempo Pascual. Ciclo C                                                    Lucas 24, 46-53                  

                                                                                                                        “Mientras los bendecía, iba subiendo al cielo”.
    Se fue, pero no nos ha dejado plantados

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.
Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto».
Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios”

Todos conocemos la expresión “dejar plantado” a alguien. Significa abandonar a alguien con quien se tenía un compromiso o una obligación, y también dejar esperando en vano a alguien con quien se tenía una cita. Si alguna vez nos han dejado plantados, en nosotros brotan una serie de sentimientos: tristeza, algo de rabia, nos han hecho perder el tiempo... Si era por un asunto muy importante, nos sentimos despreciados, abandonados, que no importamos a la otra persona.

Nos podemos imaginar lo que sentirían mientras «lo vieron levantarse hasta que una nube se lo quitó de la vista»: no sabrían cómo reaccionar. Seguramente esperaban que Jesús, tras su Resurrección, continuase con ellos indefinidamente, pero al comprobar que no es así, en un primer momento sienten que Jesús “los deja plantados”, que les abandona.
Pero las palabras de los ángeles les sacan de su error: «El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse».

Jesús no les deja, no nos deja solos; como diremos después en el Prefacio, no se ha ido para desentenderse de este mundo, sino que ha querido precedernos... para que nosotros... vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su reino. Jesús no nos deja plantados, sino que nos precede para que le podamos seguir en ese «camino nuevo y vivo que él ha inaugurado para nosotros».
Por eso los Apóstoles «volvieron a Jerusalén con gran alegría»: Jesús no les ha dejado plantados, al contrario, espera que le sigan y cuenta con ellos para que continúen su misión, como hemos escuchado en el Evangelio: «en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos... Y vosotros sois testigos de esto». Para poder seguirle, para ser sus testigos y llevar a cabo la misión evangelizadora, también nos ha hecho una promesa tanto en el Evangelio como en la 1ª lectura: «Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido... Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos».

El Espíritu Santo, cuya fiesta celebraremos el próximo domingo, será quien actualice en nosotros la presencia de Jesús Resucitado, para que ahora no nos sintamos “plantados”, abandonados, sino que vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su reino.

En esta fiesta de la Ascensión del Señor, podemos reflexionar:
-¿Me he sentido “plantado” por Jesús en alguna ocasión, me he sentido abandonado por Él?
- ¿Me gustaría que su presencia y acción fuese más “palpable” en mi vida, en el mundo?
- ¿Acepto la pedagogía del Señor, que nos deja pero para que le sigamos, para que seamos corresponsables, coprotagonistas en la misión evangelizadora?
- ¿Me abro al Espíritu Santo para actualice en mí la presencia de Jesús Resucitado?
«Recibiréis fuerza para ser mis testigos», nos promete el Señor. Y esa fuerza, gracias a la acción del Espíritu Santo, la obtenemos a través de los Sacramentos, sobre todo de la Eucaristía, ya que al Espíritu invocamos para que el pan y el vino sean para nosotros el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, nuestro Señor.
                      Oro a partir de todo lo contemplado.






                                                                                                                                
 
Domingo VI Tiempo Pascual. Ciclo C                                                   Juan 14, 23-29 
 "El Espíritu Santo os irá recordando todo lo que os he dicho"

"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: - «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en é1. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y vuelvo a vuestro lado." Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.»
Palabra del Señor.
El Señor nos deja una vida pacificada por su amor. En el mundo de hoy se necesita la paz en el corazón de los hombres. Amar al Señor es escuchar y vivir desde su Palabra. Llevarla a la vida diaria. Y para ello se nos promete el envío del Defensor, del Paráclito, del Espíritu Santo, a través del cual hablará Jesucristo. Ese Espíritu que procede del Padre y del Hijo y su tarea es la de santificarnos. Él nos enseñará todas las cosas, nos recordará todo lo que nos ha dicho el Señor, nos irá abriendo caminos para el encuentro con nuestro Dios en la vida fraterna con el hermano. Nos abrirá el entendimiento y el corazón.
Hoy se nos anuncia la marcha del Señor y se nos deja su Paz como herencia. La tristeza y angustia que muchas veces nos invade necesita de esa paz restauradora para llegar a conseguir la plena confianza en nuestro Dios. Al confiar en su Palabra, al vivirla y cumplirla nos llenamos de su paz y a la vez somos transmisores de la misma ya que nos viene de Dios y la tenemos que ofrecer al hermano.
El evangelio nos muestra palabras de despedida, llenas de ternura y de luz para aquellos discípulos. No hay nada que temer, porque no nos va a dejar solos el Resucitado. El amor de Cristo nos acompaña. No estaréis solos y no lo estaremos nosotros porque recibiremos el Espíritu Santo, que es consolador, defensor, maestro y guía del hombre. Nuestro corazón no puede temblar ni acobardarse, aunque surjan divisiones como en aquellas primeras comunidades cristianas. Pidamos la gracia y la sabiduría para confiar plenamente en Dios, dejar que su Espíritu nos colme para poder proclamar al mundo que Dios es nuestro Padre y Jesucristo el salvador de nuestras vidas.
La Virgen María todo esto lo entendió a la perfección, que ella nos ayude a confiar en ese Espíritu que se nos dará como a Ella misma se le dio.
Gonzalo Martín Fernández, sacerdote
Recordemos y hagamos caso de lo que nos dice Jesús hoy: “pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho”.
Pidamos al Padre que el Espíritu Santo ilumine nuestro entendimiento y mueva nuestro corazón.
Escucho atentamente el papel del Espíritu en la Iglesia y en cada ser humano.
Hago un acto de fe en el papel del Espíritu en la vida de la Iglesia.
-  ¿Me dejo conducir por el Espíritu, estoy atento a sus sugerencias?
-  ¿Soy consciente del papel que la Palabra de Dios le da al Espíritu como abogado,
defensor...? ¿Lo vivo así?
-  Le doy gracias a Dios por el don del Espíritu.
-  Una de las aspiraciones más grandes de la humanidad es la paz. Jesús nos da su Paz que dice que es diferente a la del mundo. 
- ¿En qué es diferente la paz de Jesús de la paz del mundo?
                                              Oro a partir de todo lo contemplado.


Domingo V Tiempo Pascual. Ciclo C


Hch 14, 21b-27; Sal 144, 8-13ab; Ap 21, 1-5a; Jn 13, 31-33a.34-35



En el mundo en el que nos movemos es cierto que necesitamos de testigos y testimonios de la verdad, antes que bonitas palabras. Y el mejor testimonio es vivir desde el Amor de Dios, así se construirán esos cielos nuevos y tierra nueva. La fuerza que debe dinamizar la construcción de ese nuevo mundo no es otra que el Amor.

La situación interna y el contexto histórico de las personas que formaban las primeras comunidades cristianas, su experiencia de fe con Jesús muerto y resucitado, las llevó a una toma de conciencia de la necesidad de hacer algo por ellos mismos y por los demás superando muchas dificultades personales. A esa nueva realidad le dieron el nombre de cielos nuevos y tierra nueva. Es la fuerza creadora y recreadora de Dios que impulsa a formar otro mundo que se hace posible con la apertura a la gracia de Dios.

Jesús, con su vida, con su palabra y su obra y con el amor con el cual hizo nuevas todas las cosas, empezó a hacer realidad un mundo marcado con otros valores. Lo nuevo no es que se hable del amor, porque desde tiempos inmemoriales se habla del amor. Lo nuevo es el amor al estilo de Jesús. La sinceridad, el servicio, la cercanía, la entrega y la donación total con las cuales Jesús manifestó su amor a sus amigos y a cada uno de nosotros. Por este motivo hoy el evangelio nos hace una invitación muy concreta: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado”.

En los Hechos de los Apóstoles leemos el trabajo concreto de Pablo y Bernabé a favor de la construcción del Reino y cómo animados por la oración y la fuerza del Espíritu Santo, establecieron una estructura organizativa en aquellas comunidades para que se lograra la continuidad de la obra empezada por ellos. Desde nuestro tomar conciencia como creyentes de nuestra situación interna y de nuestro contexto social, nos corresponde construir los cielos nuevos y la tierra nueva con la fuerza del amor al estilo de Jesús. Y hoy nos deberíamos preguntar qué estilo de vida, qué valores, qué amor, son los que pongo yo en cada cosa, para que esos cielos nuevos y tierra nueva se lleven a término en mi vida, en mi familia, en mi comunidad parroquial. Que en este mes de mayo nos acompañe la Virgen y nuestras flores sean fruto del nuevo estilo del amor de Jesús.

                                     Gonzalo Martín Fernández, sacerdote


4º domingo de Pascua (C)                                                                  Juan 10, 27-30

           “Mis ovejas reconocen mi voz, y yo las conozco y ella me siguen”

Pedro María Iraolagoitia, S.J., publicó en 1996 un libro que tituló María, El Carpintero y el Niño. Es una bella recuperación de la vida oculta de María de Nazaret, en compañía de su esposo, San José, y del Niño Jesús. Comienza con una carta escrita por el autor a la Virgen María. Entre otras cosas, le dice lo siguiente: “Esta carta es para que me perdones todo lo que he escrito de Ti y del Niño y de San José, en este libro. Toda la culpa la tienen los Evangelistas (y que ellos también me perdonen), por haber escrito tan pocas cosas de tu vida. Nosotros hubiéramos querido saber muchas más cosas de Ti. Nos hubiera gustado saber cómo vivían en Belén, en Egipto, en Nazaret, en Jerusalén; dónde tenían puesto el arcón, la mesa y los tiestos con flores; qué distancia tenías que recorrer para ir al lavadero, cuánto te costaba el litro de aceite y qué cena les diste a los Reyes Magos. Hubiéremos querido saber mil y mil detalles de tu vida, cuantos más, mejor. A fuerza de verte metida en las hornacinas de los altares, es fácil que nos olvidemos de que, en este mundo, viviste veinticuatro horas al día como una mujer sencilla y encantadora, entre pucheros, escobas, vecinas, barro, sol, cansancio, canciones, preocupaciones domésticas, tertulias y el abundante aserrín del taller de José. (...) Mis respetuosos saludos a José y un beso al Niño”.

Uno de los capítulos del libro se llama ‘De la A a la Z’. Y en él, el autor va desgranando palabras sencillas, para describir algunos aspectos de la vida oculta de la Virgen María, San José y el Niño Jesús. La primera palabra es Agua, y dice lo siguiente: “Para limpiar todas la mañanas la carita del Niño y peinarle y mandarle hecho un sol a la escuela. Para preparar la sopa, para lavar tanta cosa, para regar los tiestos de las flores. Para refrescar los labios y la frente de los enfermos que Ella visita en el pueblo. Para sentir la belleza de oírla cantar en la fuente y verla danzar en el río. Para agradecer al Altísimo el regalo de habernos dado el agua a los hombres: algo tan limpio, tan útil, tan fresco y tan bello”.

Cuando llega a la letra o, se fija en la palabra ‘ovejas’: “Al Niño le gustan las ovejas. Cuando salen del pueblo se va con ellas y le pide al cayado al pastor, y juega a ser Pastor. –¿Sabes, Madre? Conozco a todas la ovejas del pueblo y ellas me conocen a mi. –Sí, Hijo. –Cuando sea grande, voy a ser Pastor. –Tú ya eres Pastor, Hijo mío. –Sí... ya soy pastor... ¿Sabes, Madre, qué es lo que hace el Buen Pastor? –No, cariño... ¿Qué es lo que hace? –Da la vida por sus ovejas. Y, a la Madre, toda el alma se le hace congoja, y tiene que «guardar estas palabras en su corazón».

Este libro nos recuerda que las enseñanzas que Jesús fue repartiendo como Buenas Noticias de Dios para el mundo, fueron naciendo, poco a poco, de la vida oculta del Señor. Años de silencio, de aprendizaje lento, de contemplación de la naturaleza y de la historia de su pueblo, con los ojos de Dios. De allí surgió la imagen del Buen Pastor: “Mis ovejas reconocen mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y jamás perecerán ni nadie me las quitará”. Eso mismo sigue diciéndonos hoy, cuando vivimos situaciones difíciles y dolorosas. El Señor es el Buen Pastor que nos apacienta y nos conduce hacia fuentes tranquilas para reparar nuestras fuerzas. Por eso, aunque pasemos por cañadas oscuras, su vara y su callado, nos dan seguridad.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

1 comentario:

  1. paso visitando su blog reciban muchas bendiciones desde mi blog www.creeenjesusyserassalvo.blogspot.com

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