CUARESMA: camino de conversión
Hoy Dios te convoca.
Hoy Dios sale a tu paso.
Hoy Dios te sugiere, con susurro de invitación:
Vuélvete a mí. Te estoy esperando.
Rasga tu corazón y purifícalo de todo lo que le aparta de mí.

¿A quién o a qué adoras?
Hoy Dios te dice: Este es el tiempo oportuno.
Esta es una nueva oportunidad.
Este es un día de salvación.
En nombre de Dios: “Déjate reconciliar con Dios”.

EL FARISEO Y EL PUBLICANO (
Saber reconocer nuestro pecado.
En esta parábola del fariseo y el publicano la parte ostentosa y “mala” la hace un hombre que según la Ley era “bueno”, justo y cumplidor de la Ley.

En la parábola del hijo prodigo, ocurre algo semejante. El hijo menor, que abandona a su padre y malgasta sus bienes en una vida libertina, es el héroe de esta parábola. En cambio el hijo mayor que aparentemente es bueno, que es fiel a su padre, termina haciendo un papel mezquino.
En la parábola de la oveja descarriada es precisamente ésta el objeto de toda la fiesta. Las noventa y nueve no le dan al pastor tanta alegría.

Nos presentamos como los más justos, los virtuosos y más honorables que los demás. Aceptar que somos pecadores y que estamos en un camino de conversión.
Aceptar en lo íntimo de nuestro ser que somos pecadores.
Sin embargo, ser un “buen publicano” implica un paso de conversión: reconocer el pecado y actuar para vencerlo.
¡Qué tiempo tan espléndido para hacerlo realmente en comunión! Preocupados unos por otros, sin individualismos, teniendo una mirada más amplia que la propia.
Nos encontraremos con baches y con dificultades. Tropezaremos en la piedra (¿cuántas veces?). No importa. El perdón de Dios es más grande que nuestras caídas y torpezas.
Y, al final, Cristo Resucitado, que vence al pecado y a la muerte. Hacia Él caminamos. ¡Buena ruta, MFA!
CUARESMA: Camino de Conversión
Deuteronomio 30,15-20
"Pongo hoy delante de
ti la vida y la felicidad, la muerte y la infelicidad".
Vivir de fe es una experiencia radical. No
se puede estar con un pie dentro y con el otro fuera. Claro que Dios es
paciente, que está con nosotros a medida que vamos moldeando nuestra vida a su
imagen. Pero la Cuaresma es siempre un cambio profundo. Es tiempo para
decidirnos si estamos con Dios o si lo dejamos a un lado. Si aceptamos la vida
abundante que Él nos ofrece o si preferimos hundirnos en nuestra mezquindad.
Tú me conoces bien,
Dios de la luz.
Me encuentro
indeciso.
No tengo claras
todas las opciones.
- ¿En esta Cuaresma, conseguiré decidirme?
- ¿Lograré superar el miedo y dejarme invadir por tu ternura?
- ¡No me dejes solo, Señor!